viernes, 18 de marzo de 2011


Te ves así. Con el pelo sucio, despeinado. Los ojos cansados. Tu gesto desencajado, casi sin expresión ya.
¿Qué te queda?
Si no es tu respiración entrecortada, los recuerdos de eso que llaman “tiempos mejores” que, a tu juicio, en realidad así lo fueron.
Te queda el palpitar de tu corazón que , desesperado, intenta recordarte que ahí sigue, vivo, bombeando sangre a cada parte de tu cuerpo, esperando una reacción por tu parte.
Pero permaneces ahí, inmóvil. La vida te pasa por delante y ni  siquiera eres capaz de saludarla, de mantenerle la mirada. Prefieres mantener tu cabeza hundida entre tus piernas, con el mundo a tus espaldas gritándote y tu sin escucharlo.
Que fácil… que fácil puede resultar ignorar las evidencias, no escuchar más que lo que nos apetece; oir todo lo demás y dejar que escape sin llegar siquiera a procesarlo. 
Cada vez somos un poco más robots; actuamos respondiendo a patrones comunes. Si toca reir eso hacemos. Si toca llorar, lágrimas expulsaremos. ¿Pensar? No, eso ya no es algo necesario. Tenemos cajas tontas que lo hagan por nosotros, polvos mágicos que nos sumergen en mundos de fantasía y euforia . Aún quedan restos de ese whisky con hielo que hace que te arda el pecho a la vez que tus labios se enfrían y, trago a trago, hace que suba la temperatura de tu cuerpo, te hace perder la chaqueta, la camisa, y no importarte donde. 
De madrugada, te encuentras de nuevo en la cama equivocada. Otra vez con el pelo sucio y despeinado. Con los ojos cansados. No recuerdas si lloraste, reíste, bailaste , te caíste o cuantas veces te levantaste.
¿Qué más da?
 ¿Qué te queda ya?



1 comentario:

  1. La foto... *.*

    Y el texto refleja genial una existencia vacía... me gusta.

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